Manos Traicioneras

La pantalla, un teclado, que busca de mis palabras, reclamando algún relato.

Que quieres de mí, desalmado, si mis ojos han quedado fijos y mi cuerpo acalorado.

No puedo apartar la secuencia, se repite en mi memoria, sin principio ni final, contando la misma historia.

Las manos, necesito las manos, ¿dónde se habrán metido? No puedo ver mis anillos, ni mis dedos afilados. ¿Habrán tomado las riendas de mis pensamientos impíos? ¿Por qué me abandonáis ahora? Que mis sentidos se agolpan en contar mis desatinos.

Las siento, se que están conmigo traicionando mis delirios y me llevan con vida propia hacia mis otros destinos.

Mi cuerpo, mi cuerpo se entrega a ellas a ciegas en el camino, y se dirigen certeras sabiendo cual es su sitio, que rincón las necesita, que en entre telas se esconde, que las llama entre alaridos, que precisa su presencia, que es su hogar para el alivio.

Mi centro, mi centro las recibe en llanto por la espera que ha sufrido, y las lágrimas derraman el deseo contenido.

Mis caderas, mis caderas acompañan la visita hacia el pasillo, dejando la puerta abierta por si llega algún vecino.

Mis piernas, mis piernas dan un portazo, cierran filas al cotillo, solo quieren estar a solas, solas en desvarío, solas sintiendo las horas, solas acariciando segundos, solas esperando el momento, a solas con todo mi cuerpo.

La partida es inminente, la despedida se acerca, los suspiros por la marcha se aceleran y dan rienda a los jadeos que sin descanso me acechan.

Mi cuerpo, mi centro, mis caderas y mis piernas se despiden hasta pronto de mis manos traicioneras.

 

 

 

 

 

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