Tu me encajas

 

En cajas guardadas tengo las esperas de mi almohada, derramadas por mi cuerpo, impacientes por ser abiertas, tu regreso ellas aguardan.

En resumen fue nuestro amor, que de tanta pasión encendida, resumido quedó a cenizas. Un capítulo de vida, que digo capítulo, página sobrecogida, que estoy diciendo, si fue párrafo sin medida, los recuerdos se me entremezclan y he perdido el marcador del verso que me encendía… TU ME ENCAJAS….

Revuelvo entre las tapas de las cajas apiladas, ¿dónde está la palabra clave que encendió la llamarada? La tengo… pequeña y suave, negra aterciopelada, entre mi pecho y mi espalda. MURAKAMI… ese fue el detonante… MURAKAMI…ya no recordaba lo jodidamente bello que suena este nombre cuando mi lengua articula todas sus letras con calma M U R A K A M I…. Como si brujería barata me golpeara en el alma, al decir tres veces su nombre, me transporto al preciso instante en que él escribió MURAKAMI y yo dije que le amaba.

-¿Le conoces?

-Le leo desde hace tiempo.

-Y que sientes al leerlo.

-Siento que derrama cordura entre locura de desconcierto.

-Quiero verte.

-No se si debo.

-¿Y que temes?

-Temo perderme en la historia y que me atrape tu aliento.

En el espejo mis labios de un rojo que me arrebata, en el cuerpo encaje negro y un foular haciendo aguas. Tras la puerta está el motivo del temblor que me atenaza. -¿Qué hago entro? –Si quieres pasa. Y entró hasta dentro saltándose la piel para rozar mis entrañas y MURAKAMI quedó colgado en el perchero observando desde la entrada. En la orilla de Kafka se anuncia la batalla, desde su boca a la mía nos retamos sin palabras y una crónica de un pájaro que da cuerda al mundo nos dice que el engranaje está ya casi en su punto.

Luchamos por el pasillo cargados de nuestras armas, arremeto contra su boca, el me embiste a horcajadas, erizada nuestra piel con el bello como espadas, desgarra la poca ropa que en el cuerpo nos quedaba. Sitiada entre sus brazos, agotada, solo me queda rendirme y que presa de su furor me haga. Esclava de sus deseos, mis manos quedan atadas al cabecero y él disfruta del triunfo bebiendo mi agua salada. Su lengua vibrando en mi sexo, mis gemidos que no callan, sus dedos acompañan los ruegos que mi cuerpo les reclaman. Un vaivén enloquecido le dice que ya estoy cerca y se detiene con calma. Lágrimas entre súplicas, sus labios van a secarlas, y su miembro busca mi sexo y mi espalda lo reclama en vilo sobre la cama.

-Tu me encajas… sin secretos, sin resquicios, me encajas… entro en ti y no hay espacio que de lugar a las palabras…. Me encajas…

Y desencajada volqué toda la furia apresada y desencajados juntos encajamos nuestros cuerpos para irlos guardando en las cajas, que por mi cuerpo derramadas quedaron por siempre cerradas….