La perdición que me inspira

Agrietada por la sequedad del pasado, la cáscara que cubría mi cuerpo ha quedado esparcida por el suelo. En carne viva me hallo, con las entrañas al aire, dejando que me acaricie los rincones que antes estaban cubiertos. Mi corazón se interpone al resto, acompasado en su incesante latir, queriendo escapar de la cárcel de huesos que con mi cuerpo he cubierto.

¿Quién eres tú? Que no reconozco ni mi cara, ni mis ojos, ni mi pelo.

¿Qué has hecho conmigo? ¿Dónde has escondido al Yo que desde que nací me acompañó en mi destino?

Me miro y no me veo, me toco y no me siento, y mis recuerdos, mi vida, ¿qué ha sido de ellos? Ya no soy quién yo creía, ya no tengo el mismo cuerpo, ya no duermo boca abajo y tengo un deseo que quema al brotar de mis adentros. El despertar es incierto, sin un camino marcado, sin una rutina que la vida me ha robado.

Dime tú que me miras, que cojones hago ahora, que sin saber lo que soy, sin saber lo que quiero, tengo el pensamiento lleno de imágenes que me están matando. Me gritan todas al tiempo que no las guarde en el armario. Me suplican que precisan ser oídas entre lastimeros llantos.

Mis manos están calientes del contacto con mis tripas, a flor de piel las siento, ya no se como cubrirlas, dime joder como hago, para no llorar a oscuras, dime como encontrarme y reconocer la salida. Que mierdas hago con este delirio, que me arrastra a la locura, que no quiero escuchar sus voces, que quiero seguir con mi vida. Dime si eres tan listo, como entierro el sentimiento de escribir de mis desdichas.

En cada frase que escribo dejo segundos de vida, y mi tiempo se me escapa como el agua de una ría; y sigo aquí sin dar un paso, pues el que me marca el buen juicio hará que me entierre en vida y el que el delirio me arrastra, me lleva hacia una puerta que se que no tiene salida.

Levanta las cartas y dime, si es mejor vivir sin aire o desangrarse entre líneas que dan un placer efímero que solo dura lo que dura un día.