Masticando un mal bocado que se quedó entre los dientes

Carnívora por convicción, después de haberlo probado todo, me deleito con el primer bocado de cualquier manjar que se me ponga por delante. Los primeros jugos, al hincarle el diente, resbalan por mis labios disfrutando del reguero que van dejando.

Aseguro firmemente a la víctima para que no escape y me doy el gusto de observarla, mientras espera resignada a que mi boca culmine su mal trago.

Reprimo mis instintos controlando el apetito voraz que su olor me inspira. Me concentro en cada punto de ataque para alargar el placer, y como buena gourmet, inspecciono sus relieves, para comprobar su buen estado.

Meticulosa hasta límites insospechados, me deshago de la piel y otros inconvenientes, pues una vez empiece nada podrá pararme, llegaré hasta el final, y ni los huesos podrán atestiguar que un día estuvieron entre mis manos.

Me gusta la sangre, sí. Bermellón y densa cuando la primera gota anuncia los borbotones que vienen detrás, tornándose carmín mientras la riada no puede parar y volviendo al granate si la coagulación media para que el corazón no se detenga.

La primera vez que tuve la necesidad de probarla, simplemente dejé que mis dedos recorriera, comprobando su calor y tersura. Paseé tímidamente la punta de mi lengua por el reguero que había dejado trazado y al paladear el metal que entre mis dientes se coló, supe que no sería la última vez que daría muerte, para saciar la sed que me mantenía con vida.

Pronto los gatos pasaron a un segundo plano, pues los vecinos comenzaron a incomodarse cuando los ratones invadieron sus casas.

Pasar desapercibido es el fin de todo depredador, colarse en la vida de la gente y atacar cuando nadie se lo espera.

Yo era una loba con piel de cordero, feroz como ninguna; escondida siempre bajo el disfraz de niña, pues no sobrepasaba los quince.

El arrepentimiento nunca fue mi fuerte y la mala conciencia se quedó atrapada bajo mi cuna. Aún así me impuse unas reglas para no cagarla. Los sentimientos no debían interponerse. El rencor y el odio estaban prohibidos, pues me harían perder el control y descubrir mis cartas.

Aquella tarde tenía todo listo para el siguiente banquete. Cruzaría la ciudad a pie para no dejar pistas y por la noche regresaría sonriente con el estómago lleno.

Mi madre llamó a la puerta de mi cuarto. Yo estaba preparando la mochila con el instrumental necesario. Guardé lo que quedaba a toda prisa y abrí. Allí estaba ella, con una cesta en la mano y su media sonrisa de mierda, esperando que yo la cogiera.

—La abuela está enferma, necesita de tu presencia—, me dijo.

—¿Ahora?—, pregunté expectante.

—Ahora mismo, y no te entretengas. Cruza el parque sin detenerte. No cojas el atajo del puente, pues tu inocencia puede hacer que te pierdas. Regresa antes que anochezca, que tu apariencia de niña apuntando maneras, puede llamar la atención de las fieras que salen cuando oscurece.

Ni puto caso le hice. Cuando estaba cruzando la pasarela, apareció frente a mí un imbécil.

—¿Dónde vas tan sola, cosa linda?—, me dijo con su sonrisa asquerosa.

—A ti que cojones te importa—, contesté sin pararme.

Siguió tras de mí susurrando muy despacio.

—Vamos, dame a probar las delicias de lo que llevas guardado.

Aminoré el paso pensando que, después de todo, la visita no iba a ser en vano. Dejé que se acercara tanto, que su olor puso en marcha el mecanismo. Me giré pegando mi espalda a un árbol apartado del ruido y cuando su cuello se pegó a mis labios, mis dientes afilados lo devoraron.

Los restos, hechos jirones, quedaron esparcidos por el suelo. No tenía tiempo de fregar los platos, de esconder el desaguisado. Me fui corriendo, ocultándome del gentío, pues los restos del festín me delatarían.

Sofocada entré en la casa y su voz revolvió mis entrañas.

—Llegas tarde, jodida niña. Prepara agua caliente para lavarme. Que no queme demasiado, que eres más inútil que tu madre. Trae sábanas limpias para después hacer la cama, como te he enseñado, que siempre dejas arrugas. Vamos, deprisita, prepara también un té, que va a venir a verme una amiga y no quiero que estés aquí cuando llegue.

El vapor del agua hirviendo hizo que el sudor rojizo gotease sobre la olla. Abrasándome los dedos, entré en su habitación con la cazuela en las manos. Me fui acercando despacio. Mis encías resecas palpitaban, no dejándome respirar.

—Que asco de juventud. ¿Por qué coño no te has peinado?

—Es para que te veas reflejada en mí.

—¿Y esa mierda de maquillaje que te has untado en los ojos?

—Es para que mires lo que pasará si sigues incordiándome.

—Te has pintado como el culo los labios. Hasta los dientes llevas manchados como una puta de la calle.

—Es para que sepas como sabe al besarte, justo antes de matarte.

La furia se desató en mi interior y volqué mi odio sobre ella. La destrocé sin ni siquiera probar bocado. Exhausta, tendida a su lado, dormida me quedé.

Al despertar, una camisa sujetaba mis brazos y mis padres, a lo lejos, torcieron la mirada, cuando en una furgoneta blanca me llevaron a mi nueva casa.

Aquí vivo ahora, aislada, alimentándome de alguna rata, que despistada se acerca a mí buscando cariño.

119 comentarios en “Masticando un mal bocado que se quedó entre los dientes

  1. Estupendo relato que me ha tenido pegado a la pantalla. Es un cruce entre Caperucita y Arguiñano, pero todo más bestia, como si la definición de sinergia se hubiese instalado en él.
    Por incordiar, el estómago humano no puede digerir la sangre cruda. Aunque ella muy humana no parecía. De hecho, era clavadita a su abuela.

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    1. Ay del que se vea en un momento extremo y no se atreva a dar a su «amigo» un buen mordisco.
      Ains el placer de buscar sabores nuevos, lleva a algunos al extremo, pero quién marca los límites…
      De las familias para qué hablar jajaja. Todas tienen porqué callar.

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      1. Quién marca los límites, buena pregunta. He pensado que el primero que dice que no, pero he recordado un caso de canibalismo, se oyó mucho, un hombre se comió a otro, que sí quería, tenían como un contrato firmado, pero aún así lo condenaron. Así que nadie dijo no pero otros decidieron que sí había límite. O los que ayudan a morir a enfermos terminales porque la eutanasia no es legal…
        Ya estoy divagando 🙂 no se me puede dar pie 😦

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    1. Tener hambre no es malo siempre que no te des atracones jajaha. Que tire l primera piedra quien no haya tenido pensamientos perversos y se haya quedado con las ganas. Sangre fría y duro con los cuentos con los finales felices solo para algunos 😊😊😊

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  2. Pingback: Desenlace de: “Un mal bocado que se quedó entre los dientes” – jm vanjav hasta en 500 palabras

  3. Mi Margui…!
    Esa fiera fue cazada. Buena lección para saber que no todo el que no todo el que parece indefenso lo es. Llegue a pensar un momento que tenía algo de vampiresa, hasta comprobar que solo quería comérselo todo.
    El diálogo con la abuela, genial!
    Siempre pones el mundo a girar mi Florecita.
    Un abrazo, sin riesgo de que te coma.

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  4. Me has descolocado con tu comentario. ¿De verdad crees que nuestros anodinos políticos y gobernantes intentan echarle imaginación? ¿Qué buscan soluciones creativas? A mi me parece que, hacen siempre lo mismo, ahí no hay imaginación, mas bien, imposición o inducción e incapacidad para cambiar. Y, claro, haciendo siempre lo mismo, pues siempre pasa lo mismo, no puede ser de otra manera… Y así nos va, viviendo un interminable y agotador día de la marmota.

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    1. Lo intentan, dije lo intentan, maquillando con palabrerías que ni ellos se creen. Hay quien además sueña despierto e impone sus delirios, o el que mira para otro lado disimulando mientras silva.
      Así es, esté quien esté a la cabeza, lo mismo nos da, terminan cayendo todos en el mismo saco y nosotros a la espera de que algún día alguno se ponga a currar de verás

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      1. Tienes toda la razón y gracias por la aclaración (vaya ripio malo que ha salido sin querer 🙂 ) yo también estoy convencido que no debemos esperar nada de ninguno, que no nos van a regalar nada y un voto sirve para muy poco… ¡Vaya debate «tangencial» en el que nos hemos metido.
        Recibe un afectuoso saludo.

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  5. El corazón en un puño, me tienes pegaíto a la pantalla. Como mantienes de bien el interés de principio a fin. Esta especie de Caperucita hambrienta y sedienta sorprende cuando la tendencia ahora es otra, ya sabes hacerse vegano/na y esas cosas, pero imagino que siempre hay un lugar para el deleite sanguinoliento. Yo soy más de cachopo jejeje.
    Un abrazo y mi enhorabuena compañera.

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    1. Mira que me vuelve loca ver los cachopos pasearse en los platos, pero no tengo huevos a comerme uno. Me acojona jajaha soy capaz de ponerme mala.
      Vegano casi que no, respetando la decisión del que lo sea. Seguramente su sangre corra más libres por las venas
      Carlos, tus comentarios siempre me hacen subir la moral. Gracias por ellas, te lo agradezco de corazón ❤️❤️💋💋

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      1. Y a mi tus textos siempre me dejan pensativo. Ayer estaba contento porque lo entendí a la primera, lo que no siempre me pasa contigo jejeje. En cuanto al cachopo, si es en un restaurante asturiano, en verdad acojona el plato. Yo conozco uno en el que el menú consiste en fabes y cachopo. Y si sobrevives, entonces de postre una tarta de orujo. No apto para operaciones bikini claro…
        Un abrazo Margui, gracias a tí por ser como eres y que tengas buen finde.

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  6. Así es la verdadera historia de Caperucita Roja . Hay un montón de versiones y parodias. La tuya es mejor. Repito lo que han dicho los demás…esta bien, bien escrito. Un placer leer el texto.
    Desapareció tu comentario a mi entrada. Te contesto aqui ….en IKEA se reparten novios también dos por uno pero en la sección de los objetos defectuosos, si te interesa .

    Un abrazo de admiración

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  7. Impresionante, margui, arrastras por los pelos y obligas a ver como la protagonista devora a sus víctimas. ¡Me encanta! Hace nada he leído un cuentecillo de Emmanuel Carrère (El Bigote) al que, no sé por qué, me has recordado. Si no lo has leído, te lo recomiendo porque estoy segura de que vas a flipar muchisimo. Y ahora sí que me despido: cierro el chiringuito worpress por un par de meses para recomponer mi existencia. Un beso, guapa, ¡y hasta pronto!

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    1. Lo acabo de leer, jjj, hay historias del más mínimo detalle. 😊😊😊.
      Maravilloso como nos hace sentir el desastre que se le avecina.
      Ohhh te vas? Ven a verme de vez en cuando.
      Espero que recuperes tu normalidad o te inventes otra 😊😊.
      Vuelve pronto, 💋💋💋💋

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  8. Bravísimooo, me ha encantado, una versión que me llevó (como no podía ser de otra manera, jeje) a leer entre líneas… ¿Cuántas caperucitas andarán sueltas queriendo morder cuando se las mira como niñas? Mujeres que corren con lobos… Ahhh, aplausos, mi Margui 🙂

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      1. Pero cla… mira la metáfora que tú misma has planteado, es excelente.
        Que nos llamen «locas», que quien quiera joder será devorado por esos instintos asesinos que todos llevamos dentro. Se recibe lo que se devuelve; tu caperucita recibió maltrato… ahí la tienes. Me dio ternura y compasión, muerde porque la han mordido. Abrazossss x mil te manda esta Pocket 🙂

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