Destino a corto plazo

Más me hubiera valido que me vendieras al mejor postor, a que me regalaras en pro de la causa que teníamos perdida antes de empezar.

Al menos, con el estómago lleno y los bolsillos repletos, sería tomado en cuenta para no acabar tirado en cualquier cañería, mezclado con la mierda que busca salida por las alcantarillas.

Decidiste mi destino y, conmigo en brazos, saltaste al abismo sabiendo que yo solo no podría regresar al hogar. Buscaste un sitio seguro, bien oculto en la maleza, con la oscuridad justa para que no pudieran encontrarme y que, aunque la humedad llegara de vez en cuando, pudiera jugar a mi antojo sin salirme de los límites marcados.

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El levante me trajo y también te llevó

Mis pies no han vuelto a tocar la orilla desde aquel día en que la marea, sabedora de mis intenciones, se resistió bajando hasta límites insospechados, intentando llevarme de nuevo al lugar de donde había escapado.

Ni un respiro me dieron las olas, ni un segundo para coger aire desde que la patera volcó y todos caímos al agua.

La luna intentó ayudarme, zafándose de unas nubes que jugaban al escondite. Pedí ligármela para que todas salieran volando, pero no quisieron hacerme caso.

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Resistir en el abandono, arremetiendo con fuerza

Me resistí, intenté convencer al resto para que no abandonaran el cuerpo que les albergaba. Era duro luchar contra corriente, lo sé, pero qué nos quedaría si nos rendíamos. ¿Deambular en busca de alguien que quisiera acogernos? No es fácil que otros quieran quedarse con lo que se ha desechado.

Busqué a ciegas los lugares clave en los que siempre me respondía. En soledad recorrí sus rincones, pulsé sus teclas para hacerle reaccionar. Repetí las tácticas que tantas veces me habían hecho triunfar, haciendo que la pasión se desbocara y el amor le llevara al desenfreno. Ni un músculo se le movió, ni un gesto que me alentara a continuar con la incitación.

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A Tintero Abierto

—¿Me quieres acompañar? —me preguntó ella, hace meses, cuando todo estaba a punto de empezar. Entre dudas, como siempre, contesté que no es cuestión de ir, sino de estar siempre a su lado.

—No te enrolles, ¿quieres escribirme el prólogo de “A Tintero abierto” o no?

A Henar de Andrés no hay cojones a llevarle la contraria. Dije sí sin saber siquiera de qué iba a escribir.

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Masticando un mal bocado que se quedó entre los dientes

Carnívora por convicción, después de haberlo probado todo, me deleito con el primer bocado de cualquier manjar que se me ponga por delante. Los primeros jugos, al hincarle el diente, resbalan por mis labios disfrutando del reguero que van dejando.

Aseguro firmemente a la víctima para que no escape y me doy el gusto de observarla, mientras espera resignada a que mi boca culmine su mal trago.

Reprimo mis instintos controlando el apetito voraz que su olor me inspira. Me concentro en cada punto de ataque para alargar el placer, y como buena gourmet, inspecciono sus relieves, para comprobar su buen estado.

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Mordido por un tiempo inanimado

El placer del frío acero acariciando mis dedos y la sedosa piel de una manzana, a la espera de ser despojada de la ropa que le queda.

Controlar el deseo de paladear sus jugos, agarrando con fuerza el cuchillo para no perder los estribos.

Acariciar el manjar buscando el punto exacto mientras la boca se deshace en un mar de sensaciones.

Solo espero que no se rompa la magia si desgarro sus vestidos.

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Retazos de un amor sobreviviendo en las calles

Ve despertando, amor, que el día se consume, como un cigarro mal apagado.

La ducha espera. Voy entrando yo primero.

Qué tiempos en los que el vapor no empañaba nuestras vidas, en los que nos bañábamos juntos sin tener que salir corriendo.

¿Te acuerdas, mi vida? Cuándo nos fundimos por primera vez, cuerpo con cuerpo, sumergidos en la espuma, besándonos en cada rincón, buscando a ciegas, con nuestras manos, el placer hasta ahogarlo.

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Labios acallados que gritan en silencio

Ahora sé que la madera sobre la roca no gira, pero entonces, solo pensaba en ceñirme unas cintas de raso bien fuerte y dar vueltas de puntillas, para escapar sobre unas zapatillas que no tenía.

No hay más mundo que el que rozas bajo tus pies descalzos. A los cinco años, los sueños llegaban hasta donde las piedras formaban una gran mole en el horizonte.

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